(17 de agosto de 2024, Arturo Vásquez Urdiales)
La sencilla he inescrutable profundidad del pensamiento de Carlos Fuentes, la sutil forma de encarar el confinamiento y los extremos de la libertad para un alma doliente.
Capítulo 1: El encierro como espejo de la identidad
Carlos Fuentes, una figura monumental en la literatura hispanoamericana, nos legó una obra rica en exploraciones sobre la identidad, la historia, y las contradicciones de México. Si bien no escribió directamente sobre el confinamiento, su narrativa siempre ha estado marcada por una constante introspección, por personajes atrapados en laberintos tanto físicos como mentales. En «Cambio de piel» (1967), por ejemplo, Fuentes sitúa a sus personajes frente a la pirámide de Cholula, un lugar cargado de historia, donde el pasado parece asfixiar al presente. Este escenario se convierte en un reflejo del confinamiento interior que cada uno de ellos experimenta. La imposibilidad de escapar de sus propios demonios, de sus traumas y errores, se asemeja a la situación del encierro, donde el espacio se reduce, pero la mente divaga, explorando los confines de su propia existencia.
En este sentido, Fuentes nos ofrece un confinamiento metafísico, un aislamiento que no depende de las paredes, sino de los propios límites de la conciencia y la identidad. En sus textos, el encierro no es solo físico; es la confrontación con uno mismo, la imposibilidad de huir del espejo de la propia alma. A través de esta introspección, Fuentes nos invita a reflexionar sobre cómo el confinamiento, sea autoimpuesto o externo, nos obliga a mirarnos en ese espejo, a desnudarnos ante nuestras propias verdades.
Capítulo 2: Reflexiones desde el encierro de la historia
Fuentes, como un agudo observador de la historia mexicana y universal, entendía el confinamiento también como una metáfora de la situación histórica de los pueblos. En sus novelas, la historia es una prisión de la que los personajes luchan por escapar, pero a la que están inexorablemente atados. El tiempo, en la obra de Fuentes, se convierte en un ciclo eterno que aprisiona a sus personajes, obligándolos a repetir los errores del pasado.
En «La muerte de Artemio Cruz» (1962), vemos cómo el protagonista, en su lecho de muerte, está atrapado no solo por su cuerpo moribundo, sino también por su pasado, por las decisiones que lo llevaron a donde está. Artemio Cruz, como México, está encerrado en una jaula de traiciones y corrupciones, de sueños revolucionarios que se convierten en pesadillas. Este confinamiento histórico es, para Fuentes, la gran tragedia de América Latina: el estar atrapados en una narrativa de violencia y poder, de la que parece imposible escapar.
El confinamiento, entonces, es también una prisión de la historia, una celda en la que las sociedades deben confrontar sus propios demonios colectivos. Fuentes nos muestra que el verdadero encierro no es solo el de las paredes que nos rodean, sino el de las narrativas que nos definen, las historias que nos cuentan sobre nosotros mismos y que, a menudo, nos limitan más que cualquier barrera física.
Capítulo 3: Más allá del confinamiento: La creatividad como escape
Aunque Fuentes no vivió una pandemia como la que experimentamos en la era moderna, su obra nos ofrece una vía de escape a través de la creatividad. La serie fotográfica «Postales del confinamiento» de Alejandro Meter, que conecta a escritores de todo el mundo en tiempos de aislamiento, resuena con la propuesta de Fuentes: la creación artística como una forma de liberación.
En sus escritos, Fuentes a menudo sugiere que, ante el confinamiento, ya sea físico, mental o histórico, la única salida es la imaginación. Es en la creación donde el ser humano puede trascender los límites que le son impuestos. Así, la literatura se convierte en un acto de resistencia, en una manera de romper las cadenas que nos atan, de imaginar un mundo más allá de las paredes de nuestra propia celda.
Carlos Fuentes, con su vasta obra, nos enseña que el confinamiento, en todas sus formas, no es un fin, sino una oportunidad. Una oportunidad para mirar hacia adentro, para enfrentarnos a nuestros propios miedos, y, sobre todo, para crear nuevas realidades. En estos tiempos donde el aislamiento se ha convertido en una experiencia compartida a nivel global, el legado de Fuentes cobra una nueva relevancia, invitándonos a convertir el encierro en una fuente de reflexión, de historia, y de creación.
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Muchas gracias por compartir esta columna y desarrollar un mundo mejor llenitito de buenos lectores
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